LA VERDADERA IDEA DE LOS ENTERRAMIENTOS REALES EN EL ESCORIAL



1. Los primeros proyectos de enterramientos en el Monasterio

Felipe II fue el heredero cuidadosamente preparado de una línea de gobernantes habsburgos que hacían remontar sus antepasados a Augusto y Eneas. Era el portaestandarte de una dinastía que se consideraba providencialmente elegida para sostener la fe, mantener la unidad de la cristiandad y defenderla del infiel. Por todo ello, El Escorial fue concebido principalmente para dotar de una fuerte significación simbólica a los enterramientos de su dinastía, y no para celebrar San Quintín ni para loar a San Lorenzo y a su celebrado episodio de la parrilla.

Esta idea, tan clara al finalizar la obra, debió sufrir en los años de preparación del proyecto las típicas indecisiones a las que la compleja personalidad de Felipe nos tiene acostumbrados a los investigadores. Jesús Sáenz de Miera, experto investigador y gran conocedor de Felipe II, descubrió recientemente (0) una carta de Felipe II en marzo de 1559 que podría hacernos dudar de la voluntad del joven rey a emprender la compleja tarea que le proponía Carlos V en su último codicilo del 9 de septiembre de 1558: "[...] el emp.or y Rey mi Señor q. este en gloria dexo ordenado y mandado en su codicillo [...] q. en caso que Dios dispusiese de su mdg. antes de verme, que su Real Cuerpo se depositase en ese dicho monasterio como se hizo remitiendonos lo q. tocava a su enterramiento para que hiziese lo q. me pareciese el qual hauemos acordado sea en la Capilla Real de Granada y que se lleue luego alla el Cuerpo de su magd. encargamosos que lo deys y entregueis a quien como y cuando la Serma. princesa mi hermana os lo scriua, y hazindolo asi lo damos por bien dado y entregado y a vosotros por libres y quitos del dicho depósito y de lo aque os obligasteis por la scritura que del hizistes q. en lo q. con esa casa se deue hazer llegado a esos Reynos lo mandare ver y proveer como convenga conforme a q. Su Magd. dexo orden en el dicho codicilo". La carta fue enviada desde Bruselas al «prior y convento del monasterio de S. Geronimo de Yuste», pocos meses antes de que el 15 de junio llamara a Nápones a Juan Bautista de Toledo para nombrarle Arquitecto Real. Veremos a lo largo de estas páginas indecisiones semejantes en cuanto a la colocación misma de los enterramientos.

El Panteón de Reyes
El Panteón de Reyes

El Panteón de Reyes no era el único ni el primer lugar previsto para enterrar a Felipe II y su padre, pese a que muchos autores, basándose en la tradición creada por lo antiguo de su cambio, digan lo contrario(1). En realidad, el camino recorrido por los proyectos de los proyectos de enterramientos reales -y por los mismos ataudes- ha sido especialmente largo y tortuoso, como nos demuestra un estudio detenido de las crónicas y documentos originales de la época (que por suerte son muchos y bien conservados).

Algunos investigadores han señalado otras ideas que se barajaron en los primeros años del proyecto (1558-63). Iñiguez(2) señaló que la primera idea fue un gran mausoleo en el centro del templo, idea que quedaba recogida en una anotación del rey en el margen de una carta de Hoyo de 1567(3).

Iñiguez también da noticia del encargo de un dibujo de Miguel Ángel para la tumba de El Escorial(4), dato que ha hecho que otro autor haya supuesto que las trazas de la Basílica, en la que unas rejas acotan el espacio central dando acceso al mismo desde la bóveda plana, sirviera para un cenotafio similar al entierro de los Medici en Florencia(5). Antonio Perrenot de Granvela, obispo de Arras, escribe desde Bruselas una carta a Gonzalo Pérez sobre lo de la sepultura del emperador para que haga el designo Miguel Angelo. El cardenal Granvela da cuenta de una carta que había recibido de León Aretino desde Roma, donde había hablado con el Papa sobre la sepultura de su hermano el Marqués de Mariñán en el Domo de Milán (que en ese momento era posesión de Felipe II), en la que se ofrecía a mediar con un Miguel Ángel de 90 años para que éste diseñara una sepultura suntuosa para el Emperador, así como alguna otra cosa de pintura o escultura.

Miguel Ángel
Miguel Ángel Buenarotti

Es probable, sin embargo, que estas primeras ideas sirvieran sólo para los "tabernáculos" o "túmulos" de los primeros actos funerarios, que tan bien quedan recogidos en las Memorias de Juan de San Jerónimo(6), y no como tumbas permanentes. Estos primeros túmulos iban moviéndose desde la entrada oeste del convento hasta la iglesia de prestado con ceremoniosas paradas en los lienzos de mediodía de los claustros menores.

Conservamos también trazas que algunos(7) han considerado como apuntes para un relicario, seguramente confundidos por el texto manuscrito(8) que Francisco de Mora, el sucesor de Herrera, dejó detrás del proyecto definitivo:"S.t L.° [San Lorenzo] Relicarios nuevos, encima de los otros esta aqui la mema de Garibay(9) de los santos parientes de su mag.t".

Pero la clara alusión a los "santos parientes" del rey lo significan como otra de las muchas posibilidades que se barajaron para situar de una manera que los enterramientos de la familia real satisfacieran el boato de la corte. Posiblemente se pensaran en situar estos «relicarios» en las cabeceras de las naves laterales del Templo, dada la cota de 40 pies que se observa en el primer diseño, ya que los actuales relicarios apenas pasan de los 20 pies y tienen mucho mayor número de urnas.

(Lám. 124a)
Apuntes de relicarios

Todavía en 1849, José de Quevedo(10) propondría como nuevo Panteón "una de las bóvedas de la sacristía", que se podría decorar por "la insignificante cantidad de 5 á 6.000 duros". Además, en esa misma época se ocupó transitoriamente la capilla situada junto al patinejo de las torre norte de la basílica, para el sepulcro de la infanta Dª Luisa Carlota (1804-1844), madre del rey Francisco de Asís, hecho narrado por Quevedo(11), aunque se trasladó posteriormente al Pabellón de Infantes, en la octava cámara.

La misma Carta de Fundación de El Escorial preveía estas dificultades en su cláusula 22, donde enumera las tres posibles alternativas que se previeron entonces: "En la capilla mayor, ni en la que está debajo della, ni en el cuerpo de la iglesia, ni en ninguna parte dél, ni en las capillas del claustro principal, no se pueda enterrar ninguna persona de ningún estado, condición, ni calidad que sea, excepto las personas Reales e Príncipes e Infantes, sus hijos e hijas". Y las anteriores no fueron las únicas ideas desechadas. No olvidemos que los numerosos altares de la basílica se diseñaron en la previsión de servir a las sepulturas: sobre todo los que dan al interior de las cuatro grandes pilastras, con sus nichos inferiores y superiores(12).


2. Proyectos | Menú principal | Correo

(Oyes las «Variaciones Goldberg», de J.S.Bach)