LA VERDADERA IDEA DE LOS ENTERRAMIENTOS REALES EN EL ESCORIAL



Conclusiones

La semejanza en la disposición de los cenotafios y las tumbas ya había sido señalada por el doctor Almela, que no deja lugar a duda sobre la sencillez de estos enterramientos, no exenta de una cierta nobleza(74). Al cambiarse la disposición, orientación y situación de los ataúdes, se contravino gravemente las inscripciones que rodean los cenotafios, que, según la traducción del Padre Sigüenza, estaban reservados para los descendientes de Felipe II, previendo que pudieran superar la gloria de sus antecesores, por lo que dejaba en la posición central la de sus familias(75).

Pese a estos severos avisos, las familias de Carlos V y de Felipe II quedaron separadas, relegadas al Coro de debajo de las gradas del altar, tras su conversión en Panteón de Infantes en el siglo XVII, y al actual de la época de Isabel II. La reina Isabel de Valois quedó en la cámara 1ª, 1-D; la primera esposa de Felipe II, María de Portugal quedó en la cámara 1ª, 2-I; mientras que el príncipe Don Carlos ha acabado en la cámara 1ª, 1-I. Doña Leonor y Doña María están en la cámara 1ª, 2-D y 3-D. Destinos semejantes han tenido los hijos pequeños del Emperador y el Rey Prudente, y el hijo natural de Carlos V, don Juan de Austria, en la cámara 5ª, centro.

El Panteón de Reyes En resumen, hemos visto cómo se cambiaron los cuidadosos protocolos de los ataúdes reales; las tumbas ya no miran a Oriente, sino que se pierden en un incoherente torbellino circular; el Emperador Carlos tampoco está bajo el altar con el pecho bajo el sacerdote; Felipe II ya no descansa junto a sus tres mujeres y su hijo, igual separación que la realizada con su padre.

Se sustituyó la idea de enterrar a cada rey con su familia por un panteón dinástico en el que sólo se aceptan reyes y madres de reyes, relegando a las otras reinas, príncipes y familiares a los inconexos y absurdos panteones de infantes. Y eso pese a que había espacio de sobra, si contamos los nichos de las columnas de la Basílica, para que las familias hubieran permanecido unidas.

Así, se desgajó la íntima unión existente entre las tumbas, los cenotafios y el espacio sagrado del altar, invadiendo la capilla subterránea, desde la que dejaron de cantarse los responsos que tan cuidadosamente había previsto Felipe II en la Carta de Fundación. Tampoco se entendió la modestia de los sencillos enterramientos reales, semejantes a los de la cripta de la Capilla Real de Granada, cuya grandiosidad había de reflejarse en la riqueza de los materiales de las estatuas y el Templo.

Idéntica solución se había repetido bajo los ricos mármoles del altar de Yuste y el de la Iglesia de Prestado del Monasterio. Junto a las dos familias actuales había espacio suficiente para continuar al menos con las de cuatro sucesores más, sin necesidad de ocupar el sacrosanto espacio de la capilla subterránea, idea explícitamente desechada por el rey. Y lo peor de ello es que las indicaciones estaban muy claras, algunas de ellas grabadas en grandes letras en las mismas paredes del Presbiterio.


Urna sepulcral donde reposan los restos de Alfonso XIII (Croquis de Ramón Andrada). En su interior tienen un rebaje donde se aloja una pequeña caja de plomo. Este rebaje no es regular en todos, por lo que las cajas tienen medidas diferentes.

Felipe II no previó su tumba como se realizó después, independiente de la Basílica, sino que subordinó todo el programa decorativo y espacial del Presbiterio al culto de la cripta situada debajo, como había ensayado antes en Granada. Los enterramientos, con sus estatuas frente al altar, eran la parte fundamental del programa de El Escorial, y hallaban su adecuada expresión en el lujo del Presbiterio, pero han quedado diluidos en la espectacularidad barroca del Panteón, desde luego mucho menos colosal que el Templo en el que, sin duda, el monarca quiso ser enterrado.

Solado del Panteón
Estatua de Carlos V Estatua de Felipe II

Arriba, las estatuas del presbiterio. A la izquierda, planta atribuida a Gómez de Mora, con proyecto de solado del Panteón. Todavía se usaba el coro y había dos escaleras de subida al mismo, desapareciendo la de la derecha posteriormente. Tambien puede observarse la planta original de Juan Bautista con una única pilastra de granito, que coincide con la "quinta estampa", a la que se adosan las dos columnas corintias actuales.


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(Están sonando las «Variaciones Goldberg», de J.S.Bach)